Los altísimos rascacielos, de atrevidas formas —un triángulo, un tornado, una serpiente huyendo...— y llamativas luces en movimiento, recuerdan, salvo por la permanente lluvia de la película, a Blade Runner. Parece que en cualquier momento va a pasar entre ellos un coche volador. En Doha ha desaparecido el color de la naturaleza, el verde. E incluso ahora, el calor húmedo resulta asfixiante.
Mozell Armstrong
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