Jesús vence el mal

Un sábado Jesús estaba enseñando en una de las sinagogas, y estaba allí una mujer que por causa de un demonio llevaba dieciocho años enferma. Andaba encorvada y de ningún modo podía enderezarse. Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo:

—Mujer, quedas libre de tu enfermedad.

Al mismo tiempo, puso las manos sobre ella, y al instante la mujer se enderezó y empezó a alabar a Dios. Indignado porque Jesús había sanado en sábado, el jefe de la sinagoga intervino, dirigiéndose a la gente:

—Hay seis días en que se puede trabajar, así que vengan esos días para ser sanados, y no el sábado.

—¡Hipócritas! —le contestó el Señor—. ¿Acaso no desata cada uno de ustedes su buey o su burro en sábado, y lo saca del establo para llevarlo a tomar agua? Sin embargo, a esta mujer, que es hija de Abraham, y a quien Satanás tenía atada durante dieciocho largos años, ¿no se le debía quitar esta cadena en sábado?

Cuando razonó así, quedaron humillados todos sus adversarios, pero la gente estaba encantada de tantas maravillas que él hacía.

Lucas 13:10-17

Aquí leemos de una mujer que caminaba en condición encorvada. Estaba tan encorvada que apenas podía mirar hacia arriba. Lucas dice que su padecimiento provino de un espíritu de enfermedad con el que Satanás la mantuvo atada durante dieciocho largos años.

Es sorprendente que Satanás pueda desempeñar un papel directo en la deformación de un cuerpo. ¿Acaso el poder de Satanás llega hasta eso? ¿Es posible que el príncipe de las tinieblas tenga una participación activa en algo que de otra manera podríamos entender en términos naturales? Sí, y debemos tratar de comprender mejor hasta dónde se puede extender la autoridad de las tinieblas. Esta sola cuestión, amados amigos, es suficiente para alarmarnos. Pero no debemos olvidar a Aquel que aplastó la cabeza de la serpiente y permanece victorioso sobre Satanás, que también aparece en nuestro texto. Por eso, no tenemos que limitarnos al sombrío dominio de las tinieblas. De hecho, tenemos todas las razones para adorar a Aquel que nos ha liberado de las tinieblas y nos ha guiado hacia la luz.

La Escritura nos dice que el poder de la muerte pertenece al diablo (Hebreos 2:14-15); «Desde el principio éste ha sido un asesino» (Juan 8:44). El diablo claramente tiene que ver con la muerte. ¿Quién envió el fuerte viento que desplomó la casa que aplastó a los hijos de Job? ¿Quién afligió a Job con llagas repugnantes? ¿Acaso esto no revela el poder de Satanás? Satanás todavía sigue tomando parte en las enfermedades corporales.

La muerte no fue parte del plan original de Dios, tampoco la enfermedad, que causa la muerte. La enfermedad es solo el comienzo de la muerte. Casi podemos decir que con cada nueva enfermedad algo muere en nosotros. La enfermedad mata a una persona poco a poco, despojándola de sus facultades, una tras otra, hasta que al final expira el último aliento de vida. Poco a poco, el espíritu de la muerte nos lleva a la tumba, aun cuando no seamos afligidos por ninguna enfermedad particular.

Oh, amados míos, seguramente debemos suspirar por toda la decadencia que plaga nuestro mundo. Hasta que experimentemos la redención de Dios, podremos ver en realidad el abismo a nuestros pies. Hasta que quedemos atónitos por todo lo que se demanda de nosotros —atrapados como estamos por tantas ataduras infernales— podremos ver en acción la gloria de Dios. La misericordia de Dios nos protege de ser plenamente conscientes de la condición en que estamos. Incluso la Escritura solo nos da indicios de lo dominante que es el espíritu de las tinieblas, para que no perdamos el ánimo y nos quedemos desconsolados. Jesucristo vino para destruir las obras del diablo (1 Juan 3:8). Siempre debemos aferrarnos a esto.

pintura por Fernando Fader de unos arboles al lado de un rio

 

Nuestro texto del Evangelio nos muestra que Jesús es capaz de romper las ataduras satánicas. Puso sus manos sobre la mujer y dijo: «Mujer, quedas libre de tu enfermedad». Esto demuestra, como todo lo que el Señor hizo por los enfermos y los endemoniados, que él era el Esperado que podía pisotear serpientes (Lucas 10:19).

¿Quién es este Jesús? ¿Quién era? Por su inquebrantable resistencia, Jesús desacreditó por completo los poderes de las tinieblas. Satanás hizo su mayor esfuerzo con Jesús, torturándolo hasta derramar su sangre y, finalmente, mediante sus siervos, clavándolo sobre una cruz. Pero con paciencia y con fe en su Padre celestial, Jesús venció a Satanás. «Él fue traspasado por nuestras rebeliones, y molido por nuestras iniquidades; sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz, y gracias a sus heridas fuimos sanados» (Isaías 53:5). ¡Sí, sanados!

Debido a la cruz, Satanás ya no puede atar a la gente de la misma manera que antes. Por eso, cuando nos ataca, podemos resistirlo y vencerlo en el poder de Cristo. Cualquiera que lucha contra el espíritu de las tinieblas con fe y determinación puede ser liberado del aguijón de la muerte. La victoria está ganada.

Nuestro Señor ahora se sienta a la derecha de Dios y ha recibido dones para darnos a nosotros. Lucha desde arriba y lo hará hasta que haya puesto a sus enemigos como estrado de sus pies; hasta que sean desarraigados todos los espíritus de enfermedad y todos los poderes que nos deforman y destruyen, en el cuerpo o en el alma. Hasta que toda la creación, todos los cielos y la tierra, puedan regocijarse. Oh, ¡quién podrá concebir la magnitud de esta conquista, la cual heredamos tan pronto como creemos en Jesús y en su victoria!


Jerrell Predovic

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