Salar de Uyuni: el más grande y fascinante del mundo

Se trata de una planicie blanca de cloruro de sodio y litio que resguarda el suroeste de Bolivia. Tiene islas con cactus, formaciones rocosas, leyendas, y en época de lluvias, regala imágenes del cielo en espejo.

la ciudad de Uyuni entramos de noche, en un ómnibus que nos trae desde La Paz. Antes de llegar vislumbro el manchón blanco del salar, a mi derecha, desde la ventana. Nos alojamos en Jardines de Uyuni, un hotel céntrico donde hacer base para salir al salar. En la recepción me hablan de los visitantes del salar. Parece que en época de lluvias –de diciembre a abril– vienen los asiáticos enloquecidos por el “efecto reflejo”. La seca –de junio a septiembre– convoca a europeos que quieren ver desierto. En mayo, octubre y noviembre puede pasar que suceda un poco de las dos cosas. Y acá estoy, lanzada a la aventura de esos imprevisibles.

“La ciudad de Uyuni tiene 132 años. Aquí, hasta mediados de los años 90 funcionaban los talleres de trenes del país”, anticipa Víctor Vera, guía de Hidalgo Tours, cuando nos pasa a buscar por el hotel para llevarnos al salar. Entonces en abstracto, nos tira los números básicos de este gigante: “12.000 kilómetros cuadrados de salar a 3.600 msnm”.ç

“Bienvenidos al desierto de sal más grande del mundo”, exclama, cuando promedia la mañana, el cielo es puro azul y la blancura del salar se potencia. “Hace 40 mil años esto era un lago de minerales. Pero el agua se evaporó, subió el cloro y se formó el salar”, ilustra nuestro guía. Y como primera parada nos lleva a ver Los Ojos del Salar, que son pozos burbujeantes sobre los ríos Colorado y Salado que son subterráneos. “Acá hay cero fauna”, apunta, pero advierte que en los márgenes del salar hay lagunas con flamencos –tres especies: el de James, el chileno y el andino–, llamas y vicuñas. También están el titi –un gato andino– y el puma, además de vizcachas, liebres, perdices, ñandús, picaflores, gorriones, gaviotas y patos.


Grant Boyle

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