Cholets: cómo son por dentro las mansiones bolivianas que están a 4.100 metros de altura y valen más de 1 millón de dóla

Tienen al menos tres pisos, son sustentables y hablan de la idiosincrasia de sus dueños.

Están en El Alto y no en La Paz. Son ostentosos, coloridos, de dimensiones generosas y nunca, jamás, pasan desapercibidos. Se llaman cholets y son edificios que desde hace casi veinte años hablan de las creencias, la idiosincrasia y las ambiciones de la ascendente burguesía boliviana. “Hace poco más de 30 años, cuando la minería empezó a colapsar en Bolivia, muchos mineros y hombres de campo dejaron su casa y se instalaron en esta zona cercana a La Paz, pero más accesible”, adelanta Daniel Cuevas, guía de Red Cap City Walking Tours, mientras desandamos un sector de El Alto contiguo al Mercado Villa Dolores. Hasta acá llegamos desde La Paz, después de tomar el teleférico morado de la red que conecta las dos ciudades bolivianas.

“Entre los muchos campesinos y mineros que vinieron, algunos se volvieron comerciantes, hicieron mucho dinero y construyeron estos edificios que hacen a la identidad de El Alto y que pueden costar más de 1 millón de dólares”, adelanta Cuevas sobre el fenómeno que se dio en este distrito lindero con La Paz, que antes era solo un barrio pero que desde 1988 es ciudad, que está a 4.100 metros de altura sobre el nivel del mar, y que es populoso y muy pobre… Excepto por los cholets, claro, y sus habitantes.

Entonces explica que la palabra cholet es una conjunción de cholo (por cómo se solía llamar a los hombres mestizos despectivamente, aunque ahora ya no tenga ese sentido) y chalet (que es “casa de familia” en francés y también en castellano). “Son edificaciones con una planta baja donde hay un comercio que lo hace sustentable: se pagan solos. Luego, hay un piso para salón de fiestas, que puede llegar a alquilarse por 2 mil dólares (solo con sillas). Después una pileta o futsal, por ejemplo, que también se alquila. Y arriba, finalmente, la casa de familia, muchas veces con techo a dos aguas”, señala Daniel y desde la vereda nos detenemos en uno que es rojo, espejado y de líneas elocuentes. Entonces aclara: “Sí o sí tienen que tener una casa arriba. Eso es lo que los diferencia. Sino son simples edificios con vidrios espejados y de muchos colores”.


Marjorie Schneider

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